El proceso de iniciación a la lectura y escritura es un tema fundamental en el ámbito educativo, ya que constituye la base para el desarrollo de habilidades lingüísticas y cognitivas en los niños. Emilia Ferreiro y Ana Teberosky, reconocidas investigadoras y psicólogas del desarrollo, han realizado importantes contribuciones en este campo, revolucionando la forma en que comprendemos y enseñamos la lectoescritura.
Emilia Ferreiro, psicóloga argentina, y Ana Teberosky, psicóloga española, llevaron a cabo investigaciones pioneras en la década de 1970 sobre el proceso de adquisición de la lectoescritura en niños. Sus estudios desafiaron la concepción tradicional de que los niños pasaban por etapas predefinidas y universales en el aprendizaje de la lectura y escritura, y propusieron una perspectiva constructivista que reconoce el papel activo del niño en la construcción de su conocimiento.
En su obra seminal, “Los sistemas de escritura en el desarrollo del niño” (1979), Ferreiro y Teberosky presentaron los resultados de sus investigaciones en las que analizaron los errores que cometían los niños al intentar escribir y leer. Descubrieron que los niños no simplemente imitaban el lenguaje escrito de los adultos, sino que desarrollaban hipótesis propias sobre cómo funcionaba el sistema de escritura. Estas hipótesis se basaban en la observación y la experimentación con el lenguaje escrito en su entorno.
Una de las ideas clave de Ferreiro y Teberosky es que los niños pasan por una etapa prelectora en la que experimentan con la escritura sin comprender aún las convenciones y reglas ortográficas. Durante esta etapa, los niños suelen realizar garabatos, trazos y letras que no siempre se corresponden con las formas convencionales de las letras. Sin embargo, a medida que interactúan con el lenguaje escrito y reciben retroalimentación de sus intentos de escritura, comienzan a construir gradualmente su comprensión del sistema alfabético.
Ferreiro y Teberosky identificaron diferentes niveles de conocimiento de la escritura a los que denominaron “hipótesis”. Estas hipótesis representan los diferentes conceptos y reglas que los niños elaboran en su intento por comprender el sistema de escritura. Algunas de las hipótesis identificadas por Ferreiro y Teberosky incluyen:
a). Hipótesis presilábica:
Hipótesis presilábica: los niños asocian la escritura con aspectos visuales y gráficos, sin comprender la correspondencia entre los sonidos y las letras. Pueden utilizar garabatos o letras aleatorias para representar palabras.
b). Hipótesis silábica:
Hipótesis silábica: los niños reconocen que las palabras están compuestas por unidades más pequeñas llamadas sílabas. Asignan una letra o grafía a cada sílaba, pero aún no comprenden todas las reglas ortográficas.
c). Hipótesis silábico-alfabética:
Hipótesis silábico-alfabética: los niños combinan la comprensión de las sílabas con la relación entre los sonidos y las letras. Pueden escribir algunas sílabas correctamente, pero mezclan letras o escriben algunas de forma incorrecta.
d). Hipótesis alfabética:
Hipótesis alfabética: los niños comprenden las relaciones regulares entre los sonidos y las letras, y utilizan las convenciones ortográficas para escribir de manera más precisa.
El enfoque de Ferreiro y Teberosky destaca la importancia de respetar y valorar las hipótesis de los niños durante su proceso de aprendizaje de la lectoescritura. Consideran que los errores y las construcciones iniciales de los niños son una parte esencial de su progresión hacia la comprensión del sistema de escritura. Por lo tanto, los maestros deben fomentar un ambiente de apoyo en el aula que permita a los niños explorar, experimentar y reflexionar sobre su propio proceso de escritura.
Además, Ferreiro y Teberosky enfatizan la necesidad de una enseñanza contextualizada y significativa de la lectura y escritura. Abogan por la integración de actividades de lectura y escritura en situaciones reales y auténticas, donde los niños puedan aplicar sus habilidades de lectura y escritura de manera funcional. Esto implica proporcionarles oportunidades para leer y escribir textos que tengan sentido para ellos, como cartas, cuentos o mensajes.
Es importante destacar que el enfoque de Ferreiro y Teberosky no solo se centra en la adquisición de habilidades técnicas de lectura y escritura, sino también en el desarrollo del pensamiento crítico y la comprensión de los procesos lingüísticos. Consideran que la lectoescritura no es solo una habilidad mecánica, sino una actividad cognitiva compleja que involucra la comprensión, la interpretación y la reflexión sobre el lenguaje.
Una de las contribuciones más significativas de Ferreiro y Teberosky es su crítica a los métodos tradicionales de enseñanza de la lectoescritura, que se basaban en un enfoque jerárquico y secuencial de las habilidades. En lugar de ello, proponen un enfoque más flexible y adaptativo, que reconoce las diferentes trayectorias y ritmos de aprendizaje de los niños. Cada niño construye su propio camino hacia la lectoescritura, y los maestros deben ser sensibles a las necesidades individuales y brindar una enseñanza personalizada.
En este sentido, Ferreiro y Teberosky enfatizan la importancia de la interacción social y el diálogo en el proceso de aprendizaje de la lectura y escritura. Los niños aprenden de forma activa a través de la interacción con otros, ya sea con adultos o con sus compañeros. Los maestros desempeñan un papel crucial al brindar oportunidades para el intercambio de ideas, la discusión y la resolución conjunta de problemas relacionados con la lectoescritura.
Además, Ferreiro y Teberosky han influido en la concepción de la evaluación de la lectoescritura. Argumentan que la evaluación no debe centrarse únicamente en la detección de errores o en la aplicación de pruebas estandarizadas, sino en comprender y valorar el proceso de construcción del conocimiento por parte de los niños. La evaluación debe ser formativa, es decir, orientada a proporcionar retroalimentación y guía para el aprendizaje continuo.
En la actualidad, las ideas y teorías de Emilia Ferreiro y Ana Teberosky continúan siendo relevantes y vigentes en el campo de la educación. Han generado un cambio de paradigma en la forma en que concebimos y abordamos la enseñanza de la lectoescritura, fomentando un enfoque más inclusivo, respetuoso y centrado en el niño. Su enfoque constructivista nos invita a reflexionar sobre la importancia de considerar las experiencias, los conocimientos previos y las hipótesis de los niños como base para su aprendizaje.